EL DÍA 1 – 23.07.2012-

ENTRE LA TIERRA Y EL CIELO EN EL

CAMINO DE SANTIAGO

Dragi cititori,”Între Pământ și Cer pe Camino de Santiago este tradusă și în limba spaniolă, mă aflu la un moment de cotitură, când nu știu cum să fac ca această carte să ajungă acolo unde-i este locul, adică în țara Drumului Sfântului Iacob și la cititorii de limbă spaniolă. Dacă cineva dintre d-vs. mă poate ajuta, vă rog să-mi trimiteți un mesaj. De asemenea, aștept părerea d-vs. în ceea ce privește calitatea traducerii, pentru care-i mulțumesc doamnei Nicoleta Elena Lită Paraschiv, care mi-a devenit o adevărată prietenă, cu toate că ne-am întâlnit doar pe Facebook și încă n-am reușit să ne vedem față în față.

EL DÍA 1 – 23.07.2012

SAINT JEAN PIED DE PORT – ESPINAL : 33.5 km.

            He puesto el teléfono para que suene a las 6, pero no hace falta que suene el timbre, llevo horas despierta, no paro de mirar el reloj a las 2, a las 3, a las 5 para ver si no es mi hora de levantarme. Ángelo duerme como un ángel, no hace ningún gesto cuando me dirijo con precaución hacia el baño del pasillo, para no molestar a otros peregrinos que puedan estar alojados en otras habitaciones.

Cuando vuelvo, me encuentro con un Angelo algo adormilado pero bien dispuesto, que ha descansado durante la noche, listo para la gran aventura que nos espera a la vuelta de la esquina.

            Abro la ventanilla y lo que veo es un pintoresco pueblecito de montaña, con calles estrechas, casas de arquitectura peculiar, ventanas y balcones llenos de flores, como si estuviéramos en un cuento de hadas. No hay rastro de la pequeña ciudad  la que imaginaba, pero tengo que admitir que la realidad venció a la imaginación en este caso.

Todavía no ha salido el sol, es ese momento del día, en el que todo es alegría, promesa y esperanza. No hace ni frío ni calor, y por encima de la niebla que envuelve las montañas, el cielo es ciertamente claro y sonriente.

            Anoche no vimos mucho, y ahora tenemos prisa por subir a los Pirineos, así que no podré visitar con tranquilidad el pequeño pueblo, que ha acogido a cientos de miles de peregrinos a lo largo de los años, cada uno con sus propias expectativas y esperanzas, cada uno con sus propias razones que le llevaron a este camino de conocimiento de sí mismo y de Dios.

            Nos apresuramos a meter en las mochilas nuestros artículos de aseo personal y otras cosas que sacamos la noche anterior, y salimos de la casa que nos acogió durante la noche sin mirar atrás, con la sensación de que lo mejor acaba de empezar. Yo todavía tengo algo de comida de la que puse en mi casa, pero Angelo no tiene nada, así que tenemos que esperar a que abran las tiendas para poder comprar.

Ya está abierta una tienda de recuerdos y artículos necesarios para los peregrinos, y admiro unos bastones de madera, muy rústicos, no pregunto cuánto cuestan, paso a otras estanterías, pero pienso que pueden ser útiles en el camino, según me han contado otros peregrinos.

            Hay un banco delante donde me siento a esperar a Ángelo, que, para mi sorpresa, viene con un bastón que me regala. Estoy muy contenta, mientras pienso que aquí, en el Camino, sólo tienes que querer algo, y si ese algo te es útil, seguro que lo recibirás En ningún otro lugar el camino del pensamiento a la materialización es más corto que aquí… eso dicen. Mi bastón tiene una cabeza de carnero incrustada, así no lo confundiré con otros en el Camino.

            Aparece en nuestro camino una iglesia que está abierta, aunque sea muy temprano. Nos detenemos para tomar un descanso y encender una vela. Nadie vende las velas, el dinero se pone en una especie de urna. No creo que nadie se atreva a engañar en la Casa de Dios.

Pongo toda mi esperanza en la ayuda del Señor y de Santiago y me voy con el corazón ligero y mi pesada mochila colgando de la espalda. El bastón recibido de Ángelo demuestra su utilidad desde los primeros pasos, el sol ya está alto en el cielo y nos acercamos rápidamente a la salida de Saint Jean Pied de Port, que ya es bastante empinada, hemos comenzado el ascenso de los Pirineos…

            Delante de nosotros, un grupo muy alegre de unos cuantos adultos y varios niños suben alegremente la pendiente, y a la luz de la mañana, sus voces cristalinas suenan como unos tintineos de cascabeles. También hay niños bastante pequeños, menores de 10 años, tengo curiosidad por saber si van en peregrinación o si es sólo una excursión de un día, tras la cual vuelven a sus despreocupadas vacaciones. Alguien pone el tono, y los niños empiezan a cantar a pleno pulmón, sin sentir el peso de la subida. Es como si fuera más fácil para mí, también, cuando estoy cerca de ellos.

            En algún momento, reducen la velocidad y tenemos que adelantarlos. Ángelo parece un poco cansado, yo tampoco diría que estoy muy descansada, pero al menos durmió a pierna suelta anoche, no como yo, que voy por mi tercera noche sin dormir.

En teoría, debería estar más cansada, pero esta hermosa mañana, con el sol sonriéndonos y abrazándonos con sus cálidos rayos, parece darme un empujón, y mi cansancio se desvanece, al igual que la niebla hace un rato, dejándonos admirar los Pirineos en todo su esplendor. Subimos por una senda y luego sólo aparece un caminito que serpentea hasta la cima.

Tenemos que parar de vez en cuando para beber agua y picar algo. La comida que me queda de casa la comparto con Ángelo. Tengo la impresión de que pensó que se encontraría algo para comer en todas partes, y por eso no llevó suficientes provisiones. Al menos por hoy estoy asegurada, así que no hay por qué preocuparme.

            Nos cruzamos con una carretera, donde hay un manantial, junto al cual se detienen varios coches para coger agua y admirar la vista. Una abeja que también se ha acercado al agua me da escalofríos, pero se aleja sin causarme ninguna molestia.

            En efecto, hay mucho que admirar. Las montañas se extienden por kilómetros en todas las direcciones, cubiertas en su mayoría de vegetación enana. Hay muchos pastos y rebaños de ovejas muy pintorescos, como en el fotógrafo. Aquí también hay una parada de descanso, la primera que aparece en la guía que me prestó Edita pocos días antes de partir y que apenas consulté. Me parece mucho más emocionante no hacer planes, dejarme llevar por el Camino y por Dios, que sabe lo que es mejor para mí.

            Nos detenemos en un área de descanso, Ángelo compra un gran bocadillo, yo solo le pido a la camarera que me ponga el sello de la credencial (el pasaporte del peregrino que me da derecho a alojarme en el albergue municipal, más barato que en los privados), el segundo sello que adorna mi certificado de peregrino, el primero es el de Saint Jean. Descansamos en la terraza que deja ver todo el entorno, luego nos ponemos de nuevo en marcha, nos queda un largo camino hasta Roncesvalles, al otro lado de la ladera.

            Ahora subimos por un camino sinuoso, y después de una curva, ¡sorpresa!: un pequeño punto de venta de zumos, chocolate y otras golosinas que cualquier peregrino principiante puede querer…

El vendedor también hace una estadística, pregunta a todos los peregrinos de qué país son, y luego dibuja una raya al lado del país. Todos los países se escriben en vertical y los guiones en horizontal. No sé si el recuento es diario o semanal, porque hay muchos guiones, no creo que hoy hayan pasado ya tantos peregrinos, además salimos bastante temprano.

Estoy orgullosa de decir que soy de Rumanía, pero me parece que soy el único guión añadido a la derecha de mi país. Le pregunto al vendedor que hace las estadísticas, cuántos rumanos pasan por aquí, y me dice que no más de uno a la semana.

            Con la esperanza de encontrarme con un rumano en el Camino (aunque estadísticamente no es posible, según él vendedor), sigo adelante, ahora se ve la cima de la montaña, en un rato estaremos en España…

            Aquí estamos, justo en la cima, un viento no muy amigable refresca nuestras camisetas sudadas, mientras pasamos por una especie de puerta de piedra natural. Lo que veo al otro lado de la ladera, me asombra y deleita.         Es como si no fuera la misma montaña. En el lado francés la vegetación era más bien escasa, sólo rocas y ovejas poblaban la montaña más arriba, y aquí, en España, los bosques se extienden hasta donde alcanza la vista, hasta al horizonte un verde de varias tonalidades agrada a la vista.

            Unas pocas nubes surcan el cielo, todo es majestuoso e imperturbable. Varios peregrinos se han detenido ante una pequeña estatua de la Virgen María que, estamos seguros, vela por nosotros.

Tenemos una reunión (Ángelo y yo), donde debatimos cuál sería el mejor camino de bajada, ya que tenemos dos opciones: una más empinada y otra de unos 2-3 kilómetros más larga.

Yo optaría por la opción más fácil y larga, ya que mis rodillas están bastante descontentas, a pesar de que esta mañana me puse tobilleras y rodilleras por pura precaución, pero Ángelo tiene prisa por llegar a Roncesvalles, dice que está cansado y hambriento.

            ¿Ha estado comiendo todo el día y tiene hambre? No es de extrañar que sea bastante rotundo. Su Camino sólo llegará hasta León (300 km antes de Santiago de Compostela), eso es todo lo que le permiten sus vacaciones. Quizás lo vuelva a hacer el año que viene…

            Normalmente en una discusión me gusta tener la última palabra, pero me doy cuenta de que eso no es lo más importante del mundo, de hecho es más importante que los que te rodean sean felices, así que elegimos la opción más dura.

 Después de pasar por la Fuente de Roldán, muy famosa en el Camino, donde nos descalzamos y refrescamos nuestros pies cansados, un gesto que miles de otros peregrinos han hecho antes que nosotros, sigue un tramo de carretera que parece un parque. A ambos lados hay árboles centenarios, y en los bordes de la carretera, hermosas flores de montaña, de color púrpura y rojo, como nunca había visto en Rumanía.

            Fascinada por el paisaje, me felicito por haber elegido esta ruta, que ni siquiera parece tan difícil. Pero… se acabó el parque y la diversión, nuestro camino se convierte en senda, y el sendero comienza a descender de forma pronunciada por el bosque, sin piedad para mis rodillas y tobillos, que piden ayuda a gritos. Caminamos así durante al menos dos horas, pero no hay señales de que nos acerquemos a ningún asentamiento humano, hacemos una pausa para recuperarnos, todo se vuelve más y más duro. Ángelo empieza a refunfuñar que ya no tiene 20 años, que la vida a los 40 es mucho más dura. Me hace gracia oírlo decir, ojalá tuviera todavía 40 años, pero hace tiempo que he superado ese umbral…

            Vagamos por el bosque, no hay muchos otros peregrinos alrededor, suerte de las flechas amarillas que marcan el Camino, si no pensaríamos que estamos perdidos. Miro el reloj de mi teléfono, me doy cuenta de que son las seis de la tarde, llevamos unas diez horas de camino y no hemos llegado.

En una parte menos empinada del camino, algo muy interesante, el Camino pasa entre árboles gemelos, hay que tener cuidado y levantar los pies para no tropezar. Ángelo está detrás de mí y justo camina entre los dos árboles sin prestarles atención, está demasiado alterado y cansado. Le digo que se detenga, le hago una foto con su cámara, será un bonito recuerdo.

            – Sabes, Angelo, ¡un millón de peregrinos pueden haber pasado entre esos dos árboles!

– ¿Qué? De ninguna manera. No ha habido tantos peregrinos en el Camino. Tengo que demostrarle matemáticamente que es muy posible, y su frente parece haberse iluminado. ¡Vaya! Pasar por un lugar donde han pasado un millón de almas, cada una con su sueño y su esperanza…

Ayer y esta mañana hablamos en francés, o él en italiano y yo le respondo en francés, ahora hablo en inglés y él me responde en italiano. Nos llevamos muy bien, como si lleváramos mucho tiempo viajando juntos y, si lo piensas, no han pasado ni 24 horas desde que intercambiamos las primeras palabras.

Creo que aquí, en el Camino, todo es más fácil, las diferencias entre las personas desaparecen, y se dan cuenta más fácilmente de que todos formamos parte del alma universal de la humanidad, que „Todos somos Uno”, como dice Donald Walsh (autor de „Conversaciones con Dios”).

Justo cuando la esperanza de estar alguna vez entre los humanos empieza a abandonarnos, de la nada aparece un edificio que me da escalofríos, una especie de prisión enorme con ventanas pequeñas y pintada de blanco.

No sé por qué tenía esta impresión, pero era muy fuerte y no podía cambiarla. !!!Así que esto es Roncesvalles!!! Esperaba un pueblo con gente, casas y todo eso, pero aqúi hay un albergue de miedo, y cerca un bar donde solo se sirve el menú del peregrino, por lo que he oído, siempre con carne, y la comida en su mayoría recalentada.

            ¡Ah! Qué voy a hacer, he compartido mi comida con Ángelo, sólo me quedan unas cuantas nueces y miel de mi tierra… Hm… Ángelo se derrumba literalmente en el banco de enfrente del restaurante, y yo doy unos pasos más, esperando que aún quede algo en el famoso Roncesvalles. ¿Por qué nadie me dijo que aquí „el nada” está en su casa?

Todos los peregrinos con los que he hablado hasta ahora han salido de Pamplona o de León, nadie que conozca ha pasado por Roncesvalles. Lo que leí en el libro de Ramona Venturini no debe haber quedado lo suficientemente bien en mi memoria, así que ahora hay que soportar las consecuencias de todo esto.

            Cuando estaba haciendo estos cálculos, dos jóvenes, un chico y una chica, salieron del bosque. Parecen bastantes exhaustos también, aunque no tienen más de veinte años, me saludan y me dicen que me han visto en la montaña. Así que ya eran „viejos conocidos” desde ahora, me dicen que son de Bulgaria y que se llaman Gala y Dobri.

No se quedan en Roncesvalles, porque el alojamiento aquí cuesta 10 euros y Gala tiene un presupuesto limitado. Van a la siguiente ciudad, donde hay un supermercado, para poder comprar comida… Fue como conocer a unos parientes cercanos, me alegré mucho de que vinieran. Tampoco comen carne en absoluto, me alegro de haber conocido a gente que se parece a mí.

Les dije que quería ir con ellos, pero ahí está Ángelo, mi compañero de viaje desde el primer día. No podía abandonarlo, así que voy a preguntarle si viene con nosotros. Está demasiado destrozado para dar un paso más, nos separamos con la idea de que nos veremos mañana, así que me alejo enérgicamente con los dos búlgaros. El Camino es ahora un callejón al lado de la carretera, bordeado de árboles jóvenes.

El camino se hace más recto y, para mi sorpresa, como si no hubiera hecho ya casi 30 kilómetros, mis piernas me escuchan como si estuvieran muy descansadas, casi como ahora empiezan el camino. Son 4 kilómetros hasta el siguiente pueblo, que recorremos contándonos de todo. Les pregunto cómo llegaron al Camino, y me dicen que hicieron autoestop desde Bulgaria, durmiendo en el campo dos veces.

Ahora mi viaje de 6 trenes parece un juego de niños, así que sólo menciono mi viaje de pasada.

Pero estoy haciendo una nota mental

La lección del día: No presumas de tus propias aventuras, siempre habrá alguien que haya vivido cosas más extraordinarias que tú, pero que no presuma de ellas. Actúa con naturalidad, tu vida nunca será una copia de otra vida, por mucho que lo desees.

Gala y Dobri son dos jóvenes excelentes. Vinieron al Camino para cumplir el sueño de Gala, Dobri sólo se había enterado en la primavera, pero estaba listo para ir. Creo que la chica es unos años mayor, pero ambos son encantadores.

 Por fin llegamos a Burguete, y después de demostrar mis conocimientos de español en el supermercado, en el sentido de que sé pedir aceite de oliva, pepinos, tomates y otras verduras en español, nos sentamos en una mesa de piedra cercana para festejar y hacer planes. Son más de las 8, el sol se acerca a la puesta y aún no sabemos dónde pasaremos la noche.

            Después de llenar nuestras barrigas de golosinas, los dos deciden acompañarme durante otros 4 kilómetros, porque aquí no hay ningún lugar donde se pueda dormir. Dicen que sólo vienen a acompañarme, porque están preparados para el frío, tienen ropa gruesa, isopreno y sacos de dormir gruesos, no como el mío, que elegí que fuera muy fino para que no fuera difícil de llevar, y ahora sólo puedo usarlo por encima de los 10 grados.

 Nos pusimos en marcha con mucho ánimo, charlando sobre todo, sobre nuestros países, sintiéndonos muy unidos, nosotros los del antiguo campo comunista. Los dos jóvenes eran probablemente muy jóvenes en 1989, pero habían escuchado historias de sus padres.

            En algún momento, como tenía que explicar algo, me dejé llevar y empecé a hablar en rumano. Sólo cuando Dobri me mira sorprendido me doy cuenta de que no ha entendido nada, así que se lo repito en inglés. Todavía no me he acostumbrado a hablar en un idioma que no sea mi lengua materna, pero estoy segura de que en los próximos días conseguiré solucionar esta carencia.

Una mujer española nos da información sobre cómo volver al Camino, en el sentido de que „camina hasta el coche rojo y desde allí gira a la derecha”, pero todo esto dicho con muchas más palabras que Dobri incluso me preguntó:

– ¿Entendiste todo lo que dijo?

– Por supuesto que no, sólo lo que era importante.

El desnivel desciende casi bruscamente después de atravesar un bosque y llegar a una carretera asfaltada. Es como si nuestras piernas volvieran a pesar, exigiendo su merecido descanso, después de habernos pasado de un país a otro y de haber estado tan agotadas todo el día. Por fin llegamos al asentamiento que buscábamos, Espinal de nombre, que la guía recoge como albergue. Albergue no es, sólo este albergue, que cuesta 11 euros por noche, sin desayuno.

Me despido de Gala y Dobri, se quedan a dormir cerca de la iglesia, donde les guió la persona del albergue.

            Ya es de noche, una noche bastante fría teniendo en cuenta que las montañas están cerca. Pienso con el corazón encogido en los dos jóvenes que pasarán la noche bajo las estrellas, con una temperatura no muy agradable. Pero esa es su elección, están preparados física y mentalmente para estas pruebas.

El agua caliente de la ducha borra mis oscuros pensamientos, y tras lavar mi ropa también en la ducha, porque en el lavabo sólo corre agua fría, me dirijo a la cama que me espera. Es una habitación grande, sólo hay 12 camas, 6 en un lado y 6 en el otro. En el lado izquierdo hay 3 hombres, probablemente ciclistas, que ya están dormidos, así que me dirijo al grupo de camas de la derecha. Cuando me duermo, aparece otra persona, una mujer asiática rellenita que también viaja sola. Nos saludamos, luego me doy la vuelta por el otro lado, ya son las 11 de la noche, muy tarde para un devoto peregrino que se levanta antes del amanecer… ¡Buenas noches!

¡Buenas noches!

Cam asta a fost prima zi pe camino, așa cum sună în limba spaniolă…

Manuela Sanda Băcăoanu

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