Arhivele lunare: mai 2022

Biscuiți vegani, fără grăsimi

Această rețetă am inventat-o azi, e numai bună pentru o duminică în care soarele nu și-a prea arătat fața.

Am măsurat toate ingredientel, ca să vă pot spune și vouă, contrar obiceiului de a le amesteca pe toate, după bunul simț.

Așadar: 1,5 căni de făină 650, 1 cană făină de migdale, 3 linguri cacao crudă, 1/2 cană semințe de floarea soarelui, 3 linguri de curmale deshidratate tăiate 3 linguri semințe de in măcinate, 1/2 cană zahăr brun, 1,5 căni apă.

Am amestecat cu lingura toate ingredientele, apoi am adăugat apa, obținând un aluat moale, pe care l-am putut pune în tavă, sub formă de biscuiți. I-am copt 25 de minute, la 190 de grade.

Acum, ce aș schimba: mi se par prea dulci, erau de ajuns curmalele, nu mai trebuia să adaug zahărul. cacaoa și inul erau de ajuns câte 2 linguri, nu trei. Au ieșit extrem de consistenți și concentrați. Buni pentru desertul de la micul dejun.

Poftă bună!

Manuela Sanda Băcăoanu

EL DÍA 1 – 23.07.2012-

ENTRE LA TIERRA Y EL CIELO EN EL

CAMINO DE SANTIAGO

Dragi cititori,”Între Pământ și Cer pe Camino de Santiago este tradusă și în limba spaniolă, mă aflu la un moment de cotitură, când nu știu cum să fac ca această carte să ajungă acolo unde-i este locul, adică în țara Drumului Sfântului Iacob și la cititorii de limbă spaniolă. Dacă cineva dintre d-vs. mă poate ajuta, vă rog să-mi trimiteți un mesaj. De asemenea, aștept părerea d-vs. în ceea ce privește calitatea traducerii, pentru care-i mulțumesc doamnei Nicoleta Elena Lită Paraschiv, care mi-a devenit o adevărată prietenă, cu toate că ne-am întâlnit doar pe Facebook și încă n-am reușit să ne vedem față în față.

EL DÍA 1 – 23.07.2012

SAINT JEAN PIED DE PORT – ESPINAL : 33.5 km.

            He puesto el teléfono para que suene a las 6, pero no hace falta que suene el timbre, llevo horas despierta, no paro de mirar el reloj a las 2, a las 3, a las 5 para ver si no es mi hora de levantarme. Ángelo duerme como un ángel, no hace ningún gesto cuando me dirijo con precaución hacia el baño del pasillo, para no molestar a otros peregrinos que puedan estar alojados en otras habitaciones.

Cuando vuelvo, me encuentro con un Angelo algo adormilado pero bien dispuesto, que ha descansado durante la noche, listo para la gran aventura que nos espera a la vuelta de la esquina.

            Abro la ventanilla y lo que veo es un pintoresco pueblecito de montaña, con calles estrechas, casas de arquitectura peculiar, ventanas y balcones llenos de flores, como si estuviéramos en un cuento de hadas. No hay rastro de la pequeña ciudad  la que imaginaba, pero tengo que admitir que la realidad venció a la imaginación en este caso.

Todavía no ha salido el sol, es ese momento del día, en el que todo es alegría, promesa y esperanza. No hace ni frío ni calor, y por encima de la niebla que envuelve las montañas, el cielo es ciertamente claro y sonriente.

            Anoche no vimos mucho, y ahora tenemos prisa por subir a los Pirineos, así que no podré visitar con tranquilidad el pequeño pueblo, que ha acogido a cientos de miles de peregrinos a lo largo de los años, cada uno con sus propias expectativas y esperanzas, cada uno con sus propias razones que le llevaron a este camino de conocimiento de sí mismo y de Dios.

            Nos apresuramos a meter en las mochilas nuestros artículos de aseo personal y otras cosas que sacamos la noche anterior, y salimos de la casa que nos acogió durante la noche sin mirar atrás, con la sensación de que lo mejor acaba de empezar. Yo todavía tengo algo de comida de la que puse en mi casa, pero Angelo no tiene nada, así que tenemos que esperar a que abran las tiendas para poder comprar.

Ya está abierta una tienda de recuerdos y artículos necesarios para los peregrinos, y admiro unos bastones de madera, muy rústicos, no pregunto cuánto cuestan, paso a otras estanterías, pero pienso que pueden ser útiles en el camino, según me han contado otros peregrinos.

            Hay un banco delante donde me siento a esperar a Ángelo, que, para mi sorpresa, viene con un bastón que me regala. Estoy muy contenta, mientras pienso que aquí, en el Camino, sólo tienes que querer algo, y si ese algo te es útil, seguro que lo recibirás En ningún otro lugar el camino del pensamiento a la materialización es más corto que aquí… eso dicen. Mi bastón tiene una cabeza de carnero incrustada, así no lo confundiré con otros en el Camino.

            Aparece en nuestro camino una iglesia que está abierta, aunque sea muy temprano. Nos detenemos para tomar un descanso y encender una vela. Nadie vende las velas, el dinero se pone en una especie de urna. No creo que nadie se atreva a engañar en la Casa de Dios.

Pongo toda mi esperanza en la ayuda del Señor y de Santiago y me voy con el corazón ligero y mi pesada mochila colgando de la espalda. El bastón recibido de Ángelo demuestra su utilidad desde los primeros pasos, el sol ya está alto en el cielo y nos acercamos rápidamente a la salida de Saint Jean Pied de Port, que ya es bastante empinada, hemos comenzado el ascenso de los Pirineos…

            Delante de nosotros, un grupo muy alegre de unos cuantos adultos y varios niños suben alegremente la pendiente, y a la luz de la mañana, sus voces cristalinas suenan como unos tintineos de cascabeles. También hay niños bastante pequeños, menores de 10 años, tengo curiosidad por saber si van en peregrinación o si es sólo una excursión de un día, tras la cual vuelven a sus despreocupadas vacaciones. Alguien pone el tono, y los niños empiezan a cantar a pleno pulmón, sin sentir el peso de la subida. Es como si fuera más fácil para mí, también, cuando estoy cerca de ellos.

            En algún momento, reducen la velocidad y tenemos que adelantarlos. Ángelo parece un poco cansado, yo tampoco diría que estoy muy descansada, pero al menos durmió a pierna suelta anoche, no como yo, que voy por mi tercera noche sin dormir.

En teoría, debería estar más cansada, pero esta hermosa mañana, con el sol sonriéndonos y abrazándonos con sus cálidos rayos, parece darme un empujón, y mi cansancio se desvanece, al igual que la niebla hace un rato, dejándonos admirar los Pirineos en todo su esplendor. Subimos por una senda y luego sólo aparece un caminito que serpentea hasta la cima.

Tenemos que parar de vez en cuando para beber agua y picar algo. La comida que me queda de casa la comparto con Ángelo. Tengo la impresión de que pensó que se encontraría algo para comer en todas partes, y por eso no llevó suficientes provisiones. Al menos por hoy estoy asegurada, así que no hay por qué preocuparme.

            Nos cruzamos con una carretera, donde hay un manantial, junto al cual se detienen varios coches para coger agua y admirar la vista. Una abeja que también se ha acercado al agua me da escalofríos, pero se aleja sin causarme ninguna molestia.

            En efecto, hay mucho que admirar. Las montañas se extienden por kilómetros en todas las direcciones, cubiertas en su mayoría de vegetación enana. Hay muchos pastos y rebaños de ovejas muy pintorescos, como en el fotógrafo. Aquí también hay una parada de descanso, la primera que aparece en la guía que me prestó Edita pocos días antes de partir y que apenas consulté. Me parece mucho más emocionante no hacer planes, dejarme llevar por el Camino y por Dios, que sabe lo que es mejor para mí.

            Nos detenemos en un área de descanso, Ángelo compra un gran bocadillo, yo solo le pido a la camarera que me ponga el sello de la credencial (el pasaporte del peregrino que me da derecho a alojarme en el albergue municipal, más barato que en los privados), el segundo sello que adorna mi certificado de peregrino, el primero es el de Saint Jean. Descansamos en la terraza que deja ver todo el entorno, luego nos ponemos de nuevo en marcha, nos queda un largo camino hasta Roncesvalles, al otro lado de la ladera.

            Ahora subimos por un camino sinuoso, y después de una curva, ¡sorpresa!: un pequeño punto de venta de zumos, chocolate y otras golosinas que cualquier peregrino principiante puede querer…

El vendedor también hace una estadística, pregunta a todos los peregrinos de qué país son, y luego dibuja una raya al lado del país. Todos los países se escriben en vertical y los guiones en horizontal. No sé si el recuento es diario o semanal, porque hay muchos guiones, no creo que hoy hayan pasado ya tantos peregrinos, además salimos bastante temprano.

Estoy orgullosa de decir que soy de Rumanía, pero me parece que soy el único guión añadido a la derecha de mi país. Le pregunto al vendedor que hace las estadísticas, cuántos rumanos pasan por aquí, y me dice que no más de uno a la semana.

            Con la esperanza de encontrarme con un rumano en el Camino (aunque estadísticamente no es posible, según él vendedor), sigo adelante, ahora se ve la cima de la montaña, en un rato estaremos en España…

            Aquí estamos, justo en la cima, un viento no muy amigable refresca nuestras camisetas sudadas, mientras pasamos por una especie de puerta de piedra natural. Lo que veo al otro lado de la ladera, me asombra y deleita.         Es como si no fuera la misma montaña. En el lado francés la vegetación era más bien escasa, sólo rocas y ovejas poblaban la montaña más arriba, y aquí, en España, los bosques se extienden hasta donde alcanza la vista, hasta al horizonte un verde de varias tonalidades agrada a la vista.

            Unas pocas nubes surcan el cielo, todo es majestuoso e imperturbable. Varios peregrinos se han detenido ante una pequeña estatua de la Virgen María que, estamos seguros, vela por nosotros.

Tenemos una reunión (Ángelo y yo), donde debatimos cuál sería el mejor camino de bajada, ya que tenemos dos opciones: una más empinada y otra de unos 2-3 kilómetros más larga.

Yo optaría por la opción más fácil y larga, ya que mis rodillas están bastante descontentas, a pesar de que esta mañana me puse tobilleras y rodilleras por pura precaución, pero Ángelo tiene prisa por llegar a Roncesvalles, dice que está cansado y hambriento.

            ¿Ha estado comiendo todo el día y tiene hambre? No es de extrañar que sea bastante rotundo. Su Camino sólo llegará hasta León (300 km antes de Santiago de Compostela), eso es todo lo que le permiten sus vacaciones. Quizás lo vuelva a hacer el año que viene…

            Normalmente en una discusión me gusta tener la última palabra, pero me doy cuenta de que eso no es lo más importante del mundo, de hecho es más importante que los que te rodean sean felices, así que elegimos la opción más dura.

 Después de pasar por la Fuente de Roldán, muy famosa en el Camino, donde nos descalzamos y refrescamos nuestros pies cansados, un gesto que miles de otros peregrinos han hecho antes que nosotros, sigue un tramo de carretera que parece un parque. A ambos lados hay árboles centenarios, y en los bordes de la carretera, hermosas flores de montaña, de color púrpura y rojo, como nunca había visto en Rumanía.

            Fascinada por el paisaje, me felicito por haber elegido esta ruta, que ni siquiera parece tan difícil. Pero… se acabó el parque y la diversión, nuestro camino se convierte en senda, y el sendero comienza a descender de forma pronunciada por el bosque, sin piedad para mis rodillas y tobillos, que piden ayuda a gritos. Caminamos así durante al menos dos horas, pero no hay señales de que nos acerquemos a ningún asentamiento humano, hacemos una pausa para recuperarnos, todo se vuelve más y más duro. Ángelo empieza a refunfuñar que ya no tiene 20 años, que la vida a los 40 es mucho más dura. Me hace gracia oírlo decir, ojalá tuviera todavía 40 años, pero hace tiempo que he superado ese umbral…

            Vagamos por el bosque, no hay muchos otros peregrinos alrededor, suerte de las flechas amarillas que marcan el Camino, si no pensaríamos que estamos perdidos. Miro el reloj de mi teléfono, me doy cuenta de que son las seis de la tarde, llevamos unas diez horas de camino y no hemos llegado.

En una parte menos empinada del camino, algo muy interesante, el Camino pasa entre árboles gemelos, hay que tener cuidado y levantar los pies para no tropezar. Ángelo está detrás de mí y justo camina entre los dos árboles sin prestarles atención, está demasiado alterado y cansado. Le digo que se detenga, le hago una foto con su cámara, será un bonito recuerdo.

            – Sabes, Angelo, ¡un millón de peregrinos pueden haber pasado entre esos dos árboles!

– ¿Qué? De ninguna manera. No ha habido tantos peregrinos en el Camino. Tengo que demostrarle matemáticamente que es muy posible, y su frente parece haberse iluminado. ¡Vaya! Pasar por un lugar donde han pasado un millón de almas, cada una con su sueño y su esperanza…

Ayer y esta mañana hablamos en francés, o él en italiano y yo le respondo en francés, ahora hablo en inglés y él me responde en italiano. Nos llevamos muy bien, como si lleváramos mucho tiempo viajando juntos y, si lo piensas, no han pasado ni 24 horas desde que intercambiamos las primeras palabras.

Creo que aquí, en el Camino, todo es más fácil, las diferencias entre las personas desaparecen, y se dan cuenta más fácilmente de que todos formamos parte del alma universal de la humanidad, que „Todos somos Uno”, como dice Donald Walsh (autor de „Conversaciones con Dios”).

Justo cuando la esperanza de estar alguna vez entre los humanos empieza a abandonarnos, de la nada aparece un edificio que me da escalofríos, una especie de prisión enorme con ventanas pequeñas y pintada de blanco.

No sé por qué tenía esta impresión, pero era muy fuerte y no podía cambiarla. !!!Así que esto es Roncesvalles!!! Esperaba un pueblo con gente, casas y todo eso, pero aqúi hay un albergue de miedo, y cerca un bar donde solo se sirve el menú del peregrino, por lo que he oído, siempre con carne, y la comida en su mayoría recalentada.

            ¡Ah! Qué voy a hacer, he compartido mi comida con Ángelo, sólo me quedan unas cuantas nueces y miel de mi tierra… Hm… Ángelo se derrumba literalmente en el banco de enfrente del restaurante, y yo doy unos pasos más, esperando que aún quede algo en el famoso Roncesvalles. ¿Por qué nadie me dijo que aquí „el nada” está en su casa?

Todos los peregrinos con los que he hablado hasta ahora han salido de Pamplona o de León, nadie que conozca ha pasado por Roncesvalles. Lo que leí en el libro de Ramona Venturini no debe haber quedado lo suficientemente bien en mi memoria, así que ahora hay que soportar las consecuencias de todo esto.

            Cuando estaba haciendo estos cálculos, dos jóvenes, un chico y una chica, salieron del bosque. Parecen bastantes exhaustos también, aunque no tienen más de veinte años, me saludan y me dicen que me han visto en la montaña. Así que ya eran „viejos conocidos” desde ahora, me dicen que son de Bulgaria y que se llaman Gala y Dobri.

No se quedan en Roncesvalles, porque el alojamiento aquí cuesta 10 euros y Gala tiene un presupuesto limitado. Van a la siguiente ciudad, donde hay un supermercado, para poder comprar comida… Fue como conocer a unos parientes cercanos, me alegré mucho de que vinieran. Tampoco comen carne en absoluto, me alegro de haber conocido a gente que se parece a mí.

Les dije que quería ir con ellos, pero ahí está Ángelo, mi compañero de viaje desde el primer día. No podía abandonarlo, así que voy a preguntarle si viene con nosotros. Está demasiado destrozado para dar un paso más, nos separamos con la idea de que nos veremos mañana, así que me alejo enérgicamente con los dos búlgaros. El Camino es ahora un callejón al lado de la carretera, bordeado de árboles jóvenes.

El camino se hace más recto y, para mi sorpresa, como si no hubiera hecho ya casi 30 kilómetros, mis piernas me escuchan como si estuvieran muy descansadas, casi como ahora empiezan el camino. Son 4 kilómetros hasta el siguiente pueblo, que recorremos contándonos de todo. Les pregunto cómo llegaron al Camino, y me dicen que hicieron autoestop desde Bulgaria, durmiendo en el campo dos veces.

Ahora mi viaje de 6 trenes parece un juego de niños, así que sólo menciono mi viaje de pasada.

Pero estoy haciendo una nota mental

La lección del día: No presumas de tus propias aventuras, siempre habrá alguien que haya vivido cosas más extraordinarias que tú, pero que no presuma de ellas. Actúa con naturalidad, tu vida nunca será una copia de otra vida, por mucho que lo desees.

Gala y Dobri son dos jóvenes excelentes. Vinieron al Camino para cumplir el sueño de Gala, Dobri sólo se había enterado en la primavera, pero estaba listo para ir. Creo que la chica es unos años mayor, pero ambos son encantadores.

 Por fin llegamos a Burguete, y después de demostrar mis conocimientos de español en el supermercado, en el sentido de que sé pedir aceite de oliva, pepinos, tomates y otras verduras en español, nos sentamos en una mesa de piedra cercana para festejar y hacer planes. Son más de las 8, el sol se acerca a la puesta y aún no sabemos dónde pasaremos la noche.

            Después de llenar nuestras barrigas de golosinas, los dos deciden acompañarme durante otros 4 kilómetros, porque aquí no hay ningún lugar donde se pueda dormir. Dicen que sólo vienen a acompañarme, porque están preparados para el frío, tienen ropa gruesa, isopreno y sacos de dormir gruesos, no como el mío, que elegí que fuera muy fino para que no fuera difícil de llevar, y ahora sólo puedo usarlo por encima de los 10 grados.

 Nos pusimos en marcha con mucho ánimo, charlando sobre todo, sobre nuestros países, sintiéndonos muy unidos, nosotros los del antiguo campo comunista. Los dos jóvenes eran probablemente muy jóvenes en 1989, pero habían escuchado historias de sus padres.

            En algún momento, como tenía que explicar algo, me dejé llevar y empecé a hablar en rumano. Sólo cuando Dobri me mira sorprendido me doy cuenta de que no ha entendido nada, así que se lo repito en inglés. Todavía no me he acostumbrado a hablar en un idioma que no sea mi lengua materna, pero estoy segura de que en los próximos días conseguiré solucionar esta carencia.

Una mujer española nos da información sobre cómo volver al Camino, en el sentido de que „camina hasta el coche rojo y desde allí gira a la derecha”, pero todo esto dicho con muchas más palabras que Dobri incluso me preguntó:

– ¿Entendiste todo lo que dijo?

– Por supuesto que no, sólo lo que era importante.

El desnivel desciende casi bruscamente después de atravesar un bosque y llegar a una carretera asfaltada. Es como si nuestras piernas volvieran a pesar, exigiendo su merecido descanso, después de habernos pasado de un país a otro y de haber estado tan agotadas todo el día. Por fin llegamos al asentamiento que buscábamos, Espinal de nombre, que la guía recoge como albergue. Albergue no es, sólo este albergue, que cuesta 11 euros por noche, sin desayuno.

Me despido de Gala y Dobri, se quedan a dormir cerca de la iglesia, donde les guió la persona del albergue.

            Ya es de noche, una noche bastante fría teniendo en cuenta que las montañas están cerca. Pienso con el corazón encogido en los dos jóvenes que pasarán la noche bajo las estrellas, con una temperatura no muy agradable. Pero esa es su elección, están preparados física y mentalmente para estas pruebas.

El agua caliente de la ducha borra mis oscuros pensamientos, y tras lavar mi ropa también en la ducha, porque en el lavabo sólo corre agua fría, me dirijo a la cama que me espera. Es una habitación grande, sólo hay 12 camas, 6 en un lado y 6 en el otro. En el lado izquierdo hay 3 hombres, probablemente ciclistas, que ya están dormidos, así que me dirijo al grupo de camas de la derecha. Cuando me duermo, aparece otra persona, una mujer asiática rellenita que también viaja sola. Nos saludamos, luego me doy la vuelta por el otro lado, ya son las 11 de la noche, muy tarde para un devoto peregrino que se levanta antes del amanecer… ¡Buenas noches!

¡Buenas noches!

Cam asta a fost prima zi pe camino, așa cum sună în limba spaniolă…

Manuela Sanda Băcăoanu

Negrileasa – invazia narciselor și nebunia oamenilor

Ieri pe la amiază, ne-am gândit să mergem și noi la Negrileasa, la sărbătoarea narciselor., împreună cu vecina Mariana. Eu aveam doar amintiri vagi cu acest eveniment, cred că am fost o singură dată, când eram prin clasa a treia.

Apoi, îmi aduc aminte că o perioadă nu s-a mai ținut, deoarece narcisele nu au mai înflorit. Înghețaseră sau nu știu ce li se întâmplase.

S-ar părea însă că acum asistăm la un soi de invazie a narciselor, acestea împrăștiindu-se pe mai multe dealuri, ba au coborât până în sat, în spatele caselor oamenilor.

Este nemaipomenit să vezi coame întregi de munți împodobite cu suavele și mirositoarele narcise. Ei, dar ca să ajungi acolo, e musai să ai parte și de un pic (mai multă) adrenalină. Am mers noi cu mașina până la Bucium (nu mai știu care dintre ele), când la o intersecție, poliția ne îndruma spre dreapta, pe drumul de urcare. Am înțeles că erau variante diferite pentru urcare și coborâre. O luăm cuminți în direcția indicată, abia acum observând că avem în față un lung șir de mașini, care… dintr-o dată, se opresc. Și stăm.

Cum mie nu-mi place să stau și să nu știu ce se întâmplă, o iau pe jos pe lângă mașinile care stau aliniate una în spatele celeilalte. Bună idee să se coboare prin altă parte, deoarece aici nici nu este loc pentru două mașini. Merg ce merg, depășesc vreo 60 de mașini, apoi mi se revelează misterul: urma o pantă foarte abruptă, asfaltul se terminase de ceva vreme, iar mașinile trebuia să păstreze 10 m între ele, ca nu cumva uneia să-i vina-n minte s-o ia la vale și să se pupe cu cea din urma ei. Nu c-ar fi făcut-o cu voia, dar mai mureau motoarele, mai patinau pe pietrișul drumului… Hmm… ce-i de făcut?

Urc toată panta, să văd cum e… E cam rău. Mașina noastră n-a fost în viața ei pe un asemenea drum, e domnișoară de oraș, nu capră de munte. Dau să-l sun pe Ștefan, să întoarcă el cum o ști, că aici nu-i de noi. Haha! Nu este semnal! Hai fuga la vale, că Ștefan o fi spumegând. Încep să număr mașinile de a coadă, iar a 17-a, era a noastră. Da, Ștefan era nervos nevoie mare, dar acum intrasem într-o horă pe care trebuia s-o jucăm, nu mai aveam de ales.

Cu încurajări pentru șofer și mașină, iaca trecem de panta buclucașă cu bine, iar după încă un kilometru și jumătate de curbe și pante (dar nu atât de grele), iată-ne în plină nebunie. Un platou imens, plin de mașini. Am înțeles că unii erau acolo încă de vineri.

Târg ca la Găina, scenă de unde vin valuri de muzici populare, lume ce mișună în toate părțile… Gata, cred că nu mai este nicio narcisă, zic eu, cu miile astea de oameni care le culeg și le calcă în picioare de trei zile. Totuși, ne îndreptăm (Mariana și eu) spre drumul de pe care, culmea, oamenii mai vin cu buchete de narcise. Ștefan rămâne pe lângă mașină, a parcat-o într-un loc în care i-a blocat pe alții.

În câteva minute, minune! Am ajuns într-o lume fantastică, tot muntele e acoperit de flori. Uimirea mea e nemăsurată, cum mai pot fi atât de multe, când de trei zile lumea le tot culege?

Am văzut și un brad care înflorește roșu, incredibil de frumos, dar avea doar câteva flori deschise. Am și certat-o pe o doamnă care a rupt o creangă ”de amintire”. Dacă toți ar lua câte o creangă din brazi, unde am ajunge?

Am cules câteva narcise, între timp Ștefan a găsit un loc de parcare în care nu mai incomoda pe nimeni, așa că a venit și el.

Frumusețea munților împodobiți cu flori, sublimul cerului albastru pe care se hârjonesc câțiva nori albi și pufoși, peisajul grandios vizibil pe zeci de kilometri ne-au făcut să ne destindem și să uităm de nodul din stomac de la urcare.

Coborârea a fost fără peripeții, iar ziua minunată.

Vă las să vă bucurați sufletele cu frumusețea inegalabilă a României.

Cam… așa a fost duminica noastră. Azi sunt frântă, am săpat cartofii. Fără emoții, dar cu mult consum de energie.

Manuela Sanda Băcăoanu

Mulțumesc din inimă lupșenilor!

Dragii mei lupșeni, vă mulțumesc din suflet pentru că ați făcut posibil evenimentul de ieri, care pentru mine a fost plin de emoție și încântare. Vă mulțumesc că v-ați făcut timp să fiți alături de mine, în prima și timida încercare de a vă arăta și o altă parte a mea, aceea scriitoricească.

Voiam să vă arăt că pot mai mult decât să lucrez în grădină, sau să îngrijesc o casă. Sper să fi reușit acest lucru, aștept părerea dumneavoastră după ce-mi citiți cărțile.

De asemenea, vreau să adresez mulțumiri scriitoarei Silvia Grigore, care, din cauza depărtării a reușit să fie doar online alături de mine, dar prin cuvinte frumoase a electrizat sala.

Scriitorul Remus Octavian Câmpean a făcut efortul de a veni din Cluj pentru a pune umărul la promovarea cărților mele, lucru deosebit în zilele noastre, când oamenii au devenit mai comozi, mai cu statul acasă sau mai pentru ei. Îi mulțumesc din suflet pentru tot ajutorul și sper în colaborări viitoare.

Domnul Mircea Goia ne-a făcut surpriza să deschidă întâlnirea cu sunetul toacei și cu un colac de întâmpinare împodobit cu steaguri tricolore, lucru care a făcut ca totul să devină mai festiv, mai important, aproape măreț. Eu am fost impresionată până la lacrimi.

Doamna profesoară Monica Rotaru a vorbit foarte frumos despre mine și cărțile mele, așa cum numai domnia-sa știe să meșteșugească arta cuvântului.

Nu în ultimul rând, vreau să-i mulțumesc minunatei mele prietene din facultate, Emilia Oprișoni, care a venit din Gilău, fiicelor mele Dalia Arina și Laura Mălina și soțului meu Ștefan, care sunt mereu alături de mine.

Abia aștept să aud părerea dumneavoastră despre eveniment dar, mai ales, despre cărți.

Cred că, din nefericire, n-a apărut toată lumea în poză. Oricum, cei care au fost acolo, vor rămâne pe veci în sufletul meu.

Manuela Sanda Băcăoanu

Lansare de carte la Lupșa

Deoarece afișul oficial de la editură întârzie, mă gândesc să vă anunț eu, prin mijloace proprii, că am marea plăcere de a vă invita la prima întâlnire cu cititorii și lansare de carte, ce va avea loc la Lupșa.

Se va întâmpla sâmbătă, 21 mai, la ora 13, la Școala Generală Dr. Petru Șpan, din comuna Lupșa.

Moderator: Remus Octavian Câmpean (ROC)

Invitată online: Silvia Grigore

Toți cei care vor dori să spună câteva cuvinte despre cărțile mele, sunt invitați s-o facă. (Numai să nu spună de rău).

Vă aștept cu drag și cu nerăbdare, să-mi fiți alături!

Manuela Sanda Băcăoanu

Salată Felix

Deoarece la Felix am mâncat (nu am servit) o salată de varză cu morcovi foarte bună, m-am gândit să dau acest nume salatei pe care am făcut-o eu acasă, mult îmbunătățită.

Felix 1

Varză proaspătă (am găsit din aceea crudă, foarte bună, un pic aerată, nu din aceea cu care-și poți provoca o fractură, dacă o scapi pe picior). morcov, roșii cherry, o lingură de in măcinat, oțet balsamic, piper, o cutie de năut fiert, o bucățică de tofu tăiat cubulețe.

Varza și morcovul mărunțite prin metoda pe care o avem la îndemână: răzătoare, blender, cuțit, etc.

Am amestecat toate ingredientele, nu am adăugat sare deoarece tofu este sărat.

Am ornat salata cu ciuperci champignon maro, prăjite în tigaie, fără pic de ulei.

Bună de tot!

Felix 2

Venind la Lupșa, am îmbunătățit și mai mult rețeta.

Frunze de rucola, spanac, varză verde, morcov, măsline verzi, o lingură de in, oțet de pe ardeii iuți puși la murat în toamnă, o frunză de leuștean, o lingură de semințe de floarea soarelui. La aceasta nu i-am mai făcut poză, am mâncat-o prea repede. Măslinele se pot pune tăiate sau mărunțite. O bunătate!

Cu puțină imaginație, poți folosi cam tot ce ai prin frigider sau, în cazul fericit, prin grădină, pentru a mânca sănătos și a da cu flit bătrâneții și problemelor ei.

Poftă mare!

Manuela Sanda Băcăoanu

Lupșa și ispita… civilizației

Mda, de ispita turismului s-a tot vorbit în legătură cu Lupșa, dar poate ar fi util ca mai întâi, să ajungă și civilizația pe la noi.

Atâta timp cât gunoaiele sunt aruncate nu numai pe malul Arieșului și a afluenților săi ci chiar în vârf de munte, duse acolo de oamenii ”civilizați” ai comunei, pentru a nu plăti taxa de gunoi menajer, care, după mine, este de-a dreptul modică.

Oare ce ar putea admira mai întâi turiștii urcați pe doritul pod de sticlă? Poate priveliștile minunate, gunoaiele de pe Arieș și cele pe care nu le poți vedea atât de ușor, decât dacă urci pe coamele domoale ale munților, iar acolo… surpriză:

Într-adevăr, nu este o surpriză plăcută, dar tot surpriză se cheamă a fi.

Vă spuneam în urmă cu ceva timp că sunt entuziasmată că am primit saci pentru reciclare selectivă. Cu toată responsabilitatea, timp de o lună am adunat plasticul în sacul adecvat, ba am și spălat recipientele, ca o persoană ce dorește binele mediului și al celor din jur.

Când sacul s-a umplut, l-am pus lângă pubela cu gunoi menajer și… altă surpriză: a fost pus alături de celelalte deșeuri, indiferent de natura lor. Bineînțeles că n-am mai primit alt sac, dar nici utilitatea lui nu o văd, atâta timp cât gunoiul nu se adună selectiv.

O altă bilă albă, ar fi că au apărut coșuri pentru gunoi stradal. Ar trebui însă să fie niște coșuri inteligente, care să te tragă de mânecă, dacă arunci ceva pe jos. N-o fac, așa că rămâne tot în seama mea și a vecinilor să adunăm după civilizații consăteni. Măcar acum putem pune gunoiul în coșul de pe stradă, nu în propria pubelă, ca până acum.

Coșul e frumos, nu-i vorbă, dar, pentru ca peisajul să fie un pic deteriorat, o mână de om ”civilizat” a spart oglinda din intersecție. La ce ne mai trebuie, că nu-i a noastră, nu-i așa? Am observat că e spartă tocmai când mă pregăteam s-o spăl, (mai fac asta din când în când), ca să se vadă mai bine. Ghici ce, acum se vede ditamai gaura…!

Poze cu mizeria de pe lângă Arieș nu mai atașez, este un subiect atât de dezbătut și tot nerezolvat, încât mi se face lehamite.

Ei, cam asta ar fi, m-am răcorit un pic. Acum, a fost de rău, altădată, să sperăm că va fi de bine. Nu poate fi de bine, atâta timp cât gunoiul este ascuns sub covor (la propriu și la figurat).

Să aveți o seară de duminică frumoasă!

Manuela Sanda Băcăoanu

La Felix

Săptămâna trecută am fost la Felix pentru o zi. A fost prima noastră ieșire din ultimii doi ani, dar ne-am promis să nu mai lăsăm să treacă încă doi, pentru o altă zi de vacanță.

Am făcut un drum mai lung de la Cluj la Lupșa, în sensul că am ocolit pe la Băile Felix. O să întrebați de ce n-am stat mai mult. Păi, în primul rând pentru că Masha era deja singură de două zile, apoi, pentru că eu nu pot sta prea mult în același loc, ca să fac aceleași lucruri. De aceea e frumos pe Camino de Santiago, acolo ești în fiecare zi în altă localitate, vezi lucruri noi, trăiești sentimente diferite și te cazezi în alt albergue.

Pot spune că a fost o zi perfectă, ștrandul aproape gol, fără înghesuială în bazine sau la masă. Soarele a fost toată ziua filtrat de nori, așa că nu m-am ferit deloc, umbrela fiind doar pentru Ștefan. Dar, ce să vezi, seara eram bronzată.

Ce pot spune, după o zi în care faci alte lucruri decât în mod obișnuit, te simți încărcat cu energie și poți începe o nouă săptămână cu forțe noi.

Manuela Sanda Băcăoanu

Lupșa înflorindă

Ieri, a fost 1 Mai.Pentru a sărbători cum se cuvine această zi, ne-am zis: hai să facem o excursie.! (Ceea ce, între noi fie vorba, nu este ceva ce facem doar de 1 Mai…)

Zis și făcut! Ziua se anunța superbă și-a fost tot așa până am ajuns la releul de la Hădărău, când a început să se înnoreze. Nori răzleți însă, chiar fotogenici, aș putea spune. După ce am căutat un pic drumul ce duce după Mărgaia și bineînțeles că l-am și găsit, dar destul de puțin umblat, tufișurile îl vor ascunde în scurt timp, am început urcarea…

Eu nu mă pot minuna de-ajuns cât de bine arată Lupșa de aici, se vede de la un capăt la celălalt, de la Valea Lupșii la Hădărău. Pomii înfloriți îi dau un aer de sărbătoare, iar în fundal, maiestuos, Muntele Mare, ca un bătrân înțelept, cu fruntea acoperită încă de zăpadă, ne privește prietenos.

Doamne, în ce locuri frumoase trăim! Oare suntem în stare să ne dăm seama de acest lucru?

Urcăm mai sus și, ce să vezi, Vârful Curcubăta se zărește în depărtare, purtând albeața zăpezii pe creștet. Suntem pe culme, în dreapta e satul Curmătură, cu cele câteva case presărate printre pomii înfloriți.

După o porțiune de drum mai accesibilă, iată că apare o urcare ”de zile mari” prin pădurea care se trezește la viață, cu păsărele care ciripesc vesele în dimineața de Întâi de Mai.

Iar o porțiune ”de parc”, cu drum prin iarba de un verde crud, aproape bacovian, apoi iată, șura pe care o știu aici de ani de zile, încă e în picioare și poate chiar folosită. Aici sunt două drumuri, unul urcă, iar celălalt, spre dreapta, trece pe sub șură. Îi zic lui Ștefan să mergem spre dreapta, dar el urcă, așa că mă iau după el, cu toate că am un sentiment de deja-vu, parcă am mai mers o dată pe acolo și n-a fost cea mai bună alegere…

Mergem și mergem, Masha e în culmea fericirii, am luat-o și pe ea, considerând că drumul nu va fi foarte lung. Scopul nostru este să ajungem pe Valea Șesii, apoi, să ne întoarcem pe drum și pe calea ferată transformată în potecă, înapoi acasă.

Suntem cam în întârziere, Ștefan trebuie să plece la Cluj, așa că el o ia de-a dreptul, să coborâm prin pădure. Eu că nu, or fi hățișuri, am o experiență nu tocmai plăcută de acum câțiva ani, când am hălăduit singură prin pădurea din apropiere de Cheile Vălișoarei, dar m-am rătăcit. (Ziua în care m-am rătăcit).

De gura mea, revenim din nou la drumul care, surpriză, se termină brusc, într-un hățiș. Ei, abia acum îmi amintesc că și acum vreo 10 ani, am pățit la fel. Gata, nu mai avem de ales, la vale prin pădure, noroc că e destul de rară și fără plante cu țepi, care să ne agațe și să ne oprească din drum.

Eu mai fac poze, mă bucur de soarele eliberat într-un final de norii care s-au îndreptat spre alte zări, pădurea de fag e încântătoare, frunzele foșnesc sub tălpile mele, dar… n-am idee încotro a luat-o Ștefan. Tot făcând poze și tot coborând, l-am pierdut din vizor. Ștefaaan! strig de mai multe ori, din toți bojocii, dar, nimic. Culmea, apare Masha, care era cu el (probabil îl considera câinele alfa din haita noastră, fiind mereu primul), dar cumva din spatele meu. No! Mai fac câțiva pași în direcția mea de deplasare, când aud: Manuelaaa! Era fix de-acolo de unde venise Masha. Bun! Întoarcere cu 90 de grade și revizuirea traseului. Acolo unde mergeam eu, ajungeam într-o râpă, care dădea în Arieș. Nu era tocmai cea mai fericită variantă.

Ei și după ce era să calc un șarpe gri, care tocmai traversa prin fața mea la marginea unui pârâu din care, în sfârșit, Masha-și poate reface proviziile de apă, urmând pârâul, ajungem pe un drum… UN DRUM! Numai cine nu s-a rătăcit niciodată, nu înțelege bucuria de a găsi, în sfârșit, un drum, după mersul ”din copac în copac” și alunecatul pe frunze veștede.

Poate dacă luam varianta prin dreapta de la acea șură, veneam exact pe drumul acesta, dar… mai aveam nevoie de o aventură și de puțină adrenalină, că doar e 1 Mai, nu-i așa?

Apoi, nu s-a mai întâmplat nimic notabil. Ah, ba da, am întâlnit un măgăruș, ale cărui răgete ne-au petrecut pe o porțiune de drum.Ștefan a luat-o mai repede la picior după ce am ajuns în Valea Șesii, iar eu cu Masha, mai domol. Ba am mai dus-o și în brațe, că începuse să șchiopăteze. Să cari 12 kilograme de câine nu e de colea, dar mi-a tare dragă, așa că, șontâc-șontâc, am ajuns și noi acasă, la timp pentru a ne lua rămas-bun de la Ștefan.

Eh, cam asta am făcut noi, de 1 Mai.

S-auzim de bine!

Manuela Sanda Băcăoanu